Me llamo Rocío Tovar y soy la creadora de Volahora. Nací y me crié en La Línea de la Concepción. Con el corazón dividido entre este hermoso pueblo gaditano y San Luis de Sabinillas, un rinconcito de la costa malagueña que me regaló veranos inolvidables y que con los años hice mi hogar, me autodefino como ni de aquí ni de allá. Ambos lugares han marcado mi vida de muchas bonitas maneras.
El arte siempre ha sido una parte muy importante de mi vida. Desde niña, me pasaba el día dibujando, pintando, creando, entre pinceles, lápices, pinturas o haciendo pelis con mi cámara de video. Siempre soñé con ser de mayor pintora o directora de cine. Mi madre dice que por mis venas corre la misma sangre artística que mi tío Pepe Camacho, un artista multidisciplinar para el que el arte y la creatividad era un hecho esencial de la vida.
Pese a que la pintura fue siempre mi pasión, no fue hasta hace unos años mi profesión. Diplomada en Turismo, he vivido gran parte de mi vida conectada a este universo de la hostelería y el turismo. Un día hice un stop en mi vida y lo dejé todo para cumplir otro de mis grandes sueños: vivir en el extranjero. Gracias a una beca, aterrice una noche muy fría de enero en un pueblo muy cerquita de Londres llamado Braintree. Esta fue mi casa y mi lugar de trabajo durante casi un año y una de las mejores experiencias de mi vida.
Aquí, además de desarrollarme como profesional del turismo en versión inglesa, invertí mi tiempo libre en explorar el país con mi cámara de fotos, mi libreta de bocetos, reflexiones viajeras y de la vida. Para mí fue lo más parecido a un retiro espiritual. Supongo que fue entonces, cuando sembré la semilla de este proyecto. Y es que durante mi aventura en el extranjero, descubrí el poder enriquecedor y liberador que produce en nosotros viajar. Entendí que, sin lugar a duda, experimentar la vida en a solas en el extranjero, conocer otras culturas y alejarnos de nuestra zona de confort, ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos y acercarnos a esa persona que realmente hemos venido a ser a este mundo. Esta experiencia fue un antes y un después en mi vida.
A pesar de no haber estudiado bellas artes, nunca he dejado de sentirme artista. Llevo toda una vida conectada profundamente con el mundo del arte. En paralelo a mi profesión como técnico de turismo, siempre he hecho todo lo posible por dedicar tiempo a desarrollar esa parte artística que vive en mí. Si oía algo relacionado con curso de arte, pintura, ahí estaba yo la primera. Así que tras años experimentando técnicas artísticas diversas, aprendiendo de grandes pintores y pintoras, explorando el arte en todas sus dimensiones, viviendo experiencias creativas en otros países, descubrí el Batik.
Una técnica milenaria de teñido textil por reserva declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que conocí en Nepal mientras hacía un gran viaje de mochilera por el sudeste asiático. Una aventura de varios meses que comenzó en Katmandú, el lugar donde vi el Batik por primera vez. Fue un verdadero flechazo. El universo, las causalidades de la vida y mi pasión por vivir experiencias en torno al arte, pusieron en mi camino a Guru. Un maestro nepalí de este arte ancestral, con el que me quedé días conociendo y aprendiendo este arte. Desde entonces no he parado de trabajar y estudiar esta técnica artística que me atrapó sobre todas las demás. Porque el Batik es un arte espontáneo, liberador, impredecible. Un arte donde las texturas y el colorido que resultan de la suma de la cera caliente, los tintes y la sensibilidad personal son sorprendentes. El resultado son creaciones únicas, personales e intransferibles.
La elaboración de cada pieza puede tardar días, incluso semanas. Un proceso creativo lento, armonioso y necesitado de paciencia. Por eso hacer batik es meditación en acción, porque tienes que ser consciente de tu respiración, focalizar tu mente como tu cuerpo y estar aquí y ahora. Infinitamente terapéutico y potenciador del desarrollo creativo.
En este camino de autoconocimiento, de curiosidad por encontrar mi lugar como artista en este mundo, de búsqueda de experiencias creativas por el mundo, de inmersión en la historias auténticas de los lugares, de inspirar a viajar de manera consciente y de necesidad vital por capturar el alma de los lugares que me emocionan, nace Volahora. Sois muy bienvenid@s a este Viaje hecho Arte.